El final de Better Call Saul fue todo lo que esperábamos. No sé si esto pueda ser un aspecto positivo o negativo, según el tipo de fan y espectador que seas, pero lo que es un hecho es que esta serie demostró cómo es que se puede hacer una televisión única, sin tener al mismo tiempo que alejar a las grandes audiencias.
Esta reseña no será una excusa para discutir spoilers de la serie, sino para poder tomar un tiempo para respirar y, hayas visto el final o no aún, puedas darte una idea de lo que esta serie ha logrado en seis temporadas, cargando con ser el spin-off de Breaking Bad, sin duda una de las mejores series que hayan hecho en la historia de la televisión.
Dos historias, en El Camino
No es gratuito comparar a Better Call Saul con Breaking Bad. Es decir, son parte del mismo universo narrativo y comparten tanto las consecuencias del final de esta serie, así como las bases fundacionales que es lo que finalmente es lo que esta nueva historia llegó para replantearnos, contando el pasado de Jimmy McGill, que sin nunca mancharse las manos, sembró todas las flores sangrientas de Nuevo México.
Sin embargo, la comparación no queda en las relaciones factuales que tienen, sino en también la forma en que Vince Gilligan tomó para armar Better Call Saul. En muchos sentidos es una reminiscencia de lo que será por siempre su mejor trabajo como director y guionista; esta misma naturaleza para contar las historias, tomando fragmentos y armándolos poco a poco para después juntar todas las piezas y mostrar la imagen completa, es algo que no puede considerarse nuevo, pero sí arriesgado.
Teniendo en cuenta el estado actual de los productos televisivos, es difícil entender cómo se administran. Mientras que Netflix decide su catálogo basado en algoritmos y números que no reflejan necesariamente los deseos de las audiencias más allá de superficialidades, HBO Max y Disney aún no muestran cuál es realmente su apuesta por una nueva forma de contenido.
Recupero especialmente esta relación porque Netflix fue un gran artífice para el éxito de Breaking Bad, pero la forma en que trabajaba en ese entonces dista muchísimo de la que trabaja ahora. Asimismo, esta sigue siendo una producción de AMC, pero es indudable que la forma que Vince Gilligan tiene ahora para visualizar su trabajo está completamente influenciada por las dinámicas de consumo en streaming.
Aún así, Better Call Saul logra sentirse igual de tensa y compleja que su antecesora, pero lo hace con un ritmo mucho más frenético, en el que las tomas largas típicas de Gilligan son pretextos estilísticos esporádicos y fuera de ello siempre tenemos una pregunta o una respuesta nueva, que no comparten la tensión mortal de la historia de Walter White, sino que se resuelven con muchísima mayor precisión y velocidad; un síntoma de las audiencias modernas, pero también de productos que entienden su contexto y, sobre todo, que una historia que no va a ser escuchada tampoco merece ser contada.
Esto me lleva a exactamente esa misma idea, en la que la base del desarrollo del dilema central, que no es otra cosa que el auge y la caída de Saul Goodman y las arañas de Marte, es la misma que la del auge y caída de Walter White y las arañas de Marte. Las dos historias siguen las mismas formas de contarse y, al mismo tiempo, tienen un estudio de personaje similar, salvo que en esta ocasión existe toda una serie previa que nos da fe de la personalidad y las motivaciones del personaje principal.
Las diferencias esenciales están, evidentemente, en el personaje mismo. Mientras que Walter es un personaje completamente bueno que va cayendo lentamente a su nuevo infierno, Jimmy McGill vive una oscuridad particular, en la que cada una de sus nuevas hazañas son solo un peldaño más en su escalera hacia el destino irremediable que siempre supo que tendría. Cada ocasión que se salía con la suya era solamente un tiempo prestado y no más.
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Con Walter este tiempo prestado se siente de manera diferente y se presenta en forma de cáncer. Este, que lentamente va acabando con sus pulmones y con cada una de las células que se resisten a caer frente a sí mismas, es un recordatorio de que el tiempo que tiene nunca dejará de ser finito, lo que lo obliga a cada vez tomar decisiones más arriesgadas. En ambos casos, solo recobran la cordura para morir.
El mal que vive en mí
La construcción de Better Call Saul es mucho menos complicada que la de Breaking Bad. Si bien Vinve Gilligan supo entramar una historia que sabía valerse de sus huecos y sus espacios vacíos, esto mismo podía llegar a ser abrumante por la cantidad de información inconclusa que la serie deja, a pesar de que siempre retomaba todo ello con el tiempo.
En esta ocasión, dudó mucho en hacer esto. Cada misterio se resolvía en forma breve y muy concisa. Es de notar también que esto, como un logro guionístico, es ejemplar y rosa la perfección. Esta historia se podría contar sin imagen y podría ser entendida en su totalidad. Sin embargo, la grandeza rara vez está cubierta de la capa estéril de la perfección.
Asimismo, el armado nos lleva siempre a entender al Saul Goodman de Breaking Bad, que ahora mismo está escapando de su propia naturaleza como empleado de una panadería de cadena en Nebraska. Toda la construcción de ese mundo pre-Walter White es impecable y consiguió darle más profundidad a ese mundo podrido que habita en el desierto de Nuevo México.
Por otro lado, la forma misteriosa y en blanco y negro de lo ocurrido luego de la muerte de Walt… no parece seguir todo el ritmo y el planteamiento anterior. No existe una forma real de entender esto más que como una pantalla para darle un cierre a un personaje que fue favorito de los fans, pero que ahora con un fondo concreto, tomaba una dimensión hipercompleja que era difícil de solventar con tantas vertientes y en tan poco espacio.
La caída de Saul Goodman se da de manera abrupta, por un error casual y una coincidencia sin justificación más allá de ser eso, coincidente. Su aprehensión y su posterior juicio no fueron otra cosa que un cambio trascendental en la forma en que lo vimos convertirse de Jimmy a Saul, además de ser Saul durante todo Breaking Bad.
La muerte de Saul frente a las instituciones, frente al patíbulo de la ley es… cuando menos triste. La perversión de la ley en Estados Unidos y la forma en que esta se puede operar a partir de lagunas argumentales y errores de redacción a base de dinero era uno de los más grandes comentarios de Vince Gilligan en todo su trabajo, pero aquí se acaba como la democracia en Star Wars: con un rotundo aplauso.
Su legado: una última mentira para ver a Kim una vez más. Su pena: fumar un último cigarrillo emulando la primera ocasión en que los vemos juntos. Primero a color, sin el peso de la sangre en los hombros; al final, en blanco y negro rodeados de un gris aplastante, con el dolor a cuestas.
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