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Total War: Warhammer III cierra de manera colosal y brutal esta saga

Desde el comienzo de esta saga, Creative Assembly mostró las ambiciones que rodearían cada uno de sus títulos. Total War: Warhammer III, como conclusión, sirve para redondear tanto el concepto de este RTS, como para encumbrar su sistema de batalla y administración de recursos.

No voy a mentir, es sumamente complicado entrarle a esta saga. De por sí, el nicho de los juegos de estrategia es limitado, y si no se trata de StarCraft o Age of Empires, es difícil que la mayoría de los videojugadores puedan nombrar otras franquicia de este estilo.

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El final de la saga Warhammer es apoteósico | Fuente: Creative Assembly

El caso con Total War, es que sus juegos son densos y pesados, pero ninguno como Warhammer III. Y no es que quiera ser exagerado, es que así se siente. Es tal vez el título que más se recarga en contar una historia de todo su repertorio y eso es lo que complica un poco más poder jugarlo, porque así mismo te lleva por un camino que es necesario de transcurrir mientras estás peleándote con administrar recursos, cuidarte de tus enemigos, también de tus amigos, y además medir tu contador de avance… como la vida misma, pues.

El fin del mundo y el abismo de la guerra

La fórmula sigue siendo la misma. Tenemos que elegir una facción y desarrollarnos en una campaña que tiene como fin arrasar con los demás y posicionarnos encima de ellos. Esta vez, al darle tanta importancia a la narrativa, es más relevante que nunca las implicaciones específicas de cada una de las civilizaciones que pretenden hacerse del Reino del Caos.

Con ello, también las relaciones diplomáticas son clave para establecerse en un territorio y conseguir tanto más recursos como entradas para atacar a todos los futuros enemigos. Por eso mismo, el sentido de la estrategia que siempre vemos en Total War sigue vigente, pero con un giro que le da un dinamismo sin precedentes al tener en juego tantas cosas al mismo tiempo.

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Y precisamente eso es lo que hace sentir que Warhammer III es el cierre que necesitaba esta saga, porque los cambios no solamente están en partes concretas de las mecánicas del juego, sino en el juego en sí. Los mapas, en esta ocasión, no tienen la simetría que en ocasiones pasadas, sino que ahora se equilibran de maneras mucho más creativas, que requieren de una mejor gestión tanto del movimiento como de las estrategia de sigilo.

Por otro lado, esto mismo le brinda mejores espacios a la táctica de guerra en los combates de largo aliento, que pueden cambiar en cualquier momento gracias tanto a la geografía como a las habilidades únicas de cada uno de los héroes involucrados.

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Asimismo, la construcción de los ejércitos es variada y está atravesada por la distribución y las características propias de cada una de las facciones. Esto puede parecer obvio, pero en cada una de las campañas se siente la diferencia tanto al avanzar y atacar, como al defender y guardar posición, pero a pesar de eso todo nos lleva siempre al mismo lugar.

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La batalla por el Reino del Caos termina | Fuente: Creative Assembly

El debilitado Ursurn, dios de los Kislev, está por legar su lugar o ser derrocado junto a su pueblo, y en este mismo estado intermitente, todos sus vecinos oportunistas comienzan a querer tomar su puesto. La estrategia, finalmente, es tomar poderes prestados y usurparlo, pero en ello tendrán que saber que el destino es la muerte o la gloria.

La guerra es una de las condiciones más permanentes en la historia humana y, prácticamente, hemos vivido más en conflicto que en paz. El mundo de Total War: Warhammer III es así, también. No hay paz si no es mediante la guerra.

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Esta conclusión se cocinó durante cinco años y, más allá de solo verla como esa obviedad narrativa del final, el gameplay acompaña por completo cada uno de esos pasos ya escritos, imposibles de evitar, a pesar de que cada facción nos haga sentir que es diferente o que en algún momento tendremos la capacidad de elegir.

El beneficio de equivocarse

No todo es bueno en Total War: Warhammer III. Se nota la edad de su motor gráfico y, sobre todo, existen errores muy concretos que no pasan desapercibidos en cada una de sus partes. Pero así como algunos de los errores de programación más famosos construyeron esta industria, también los errores le dan forma a este título.

Sobre todo aquellos que se notan en el campo de batalla, como la mala distribución de los elementos visuales para el control de unidades, o la pobre inteligencia artificial que controla los objetivos de las unidades a distancia, o más grave aún, la terrible cámara de visión en campo.

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El nuevo mapa exige aprenderlo y balancearlo en cada turno | Fuente: Creative Assembly

Todos estos son momentos incómodos y que atestiguan lo complicado que es crear un juego que requiere de tantos ángulos y tanta demanda del equipo para correrlo. Es imposible que Total War: Warhammer III o cualquier otro juego con esta expectativa sea perfecto, pero es que tampoco es necesario.

En este caso, esos errores nos meten en una tensión especial y diferente, que gracias a que este juego cae en un punto medio, mejor que sus dos primeros títulos que pecaron de restrictivos, entre la libertad y el control del jugador, se siente como parte de la misma experiencia, aunque sean evidentes fallos a la hora de desarrollar el título.

Los finales que mejor saben

Culminar una saga es evidentemente agridulce. Por un lado, querríamos que algo que nos da satisfacciones nunca se termine, pero las cosas no pueden ser así nunca. O mueres siendo un héroe, o vives lo suficiente para convertirte en Call of Duty.

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El sistema de combate en Total War: Warhammer III es caótico y colosal | Fuente: Creative Assembly

En el caso de los RTS, Total War tiene su propia reputación y Warhammer, como una franquicia venida de un juego de mesa, tiene ya la propia. Darle un cierre que, en sí, no es tampoco el de la obra original, era necesario hacerlo con mucha dignidad.

Y así fue. No se trata de querer enmendar los errores de Creative Assembly, que los tiene, sino también tratar de entenderlos y ver cómo impactan en la experiencia final. Total War: Warhammer III logró hacerlo y sin duda es uno de los primeros contendientes a juego del año.

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Jugamos Total War: Warhammer III en PC con un código proporcionado por un representante del publisher en la región.