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Bueno… toca hablar del elefante en la habitación y eso es evidentemente el conflicto entre Rusia y Ucrania y cómo esto tal vez sea un buen momento para replantearnos los videojuegos bélicos.

No hablamos por supuesto de esos juegos FPS que se tratan de atacar a las profundidades del infierno o de reventarse a plomo y plata en el espacio, sino de aquellos que de manera directa y específica tienen la guerra como tema.

¿Y por qué tenemos que hablar de esto? Fácil, tenemos que repensar la guerra y los conceptos lúdicos que hemos aprendido de ella a través de títulos como Battlefield, Call of Duty, Medal of Honor y demás, no han sabido hacer mella sobre lo que realmente representa una guerra.

Primero aceptemos una cosa irremediable: los conflictos bélicos son una constante de la historia humana. Analizarlos, contarlos y repetirlos hasta el cansancio parece una necesidad tóxica de nuestros tiempos. Sin embargo, esta misma, que transformó continentes y destruyó naciones enteras, regresa no como recordatorio histórico, sino como noticia del día a día.

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Y probablemente te estés preguntando, ¿y esto qué tiene que ver con la navidad? ¿Qué tiene que ver conmigo, un virgineitor4000, que la guerra exista y que llegue a nivel mil en el COD? Pues mucho, mi pequeño saltamontes.

A pesar de que quieras repetir como loro que dejen la política fuera de los videojuegos, es imposible hacerlo. Todo acto es político, incluso el obtuso e inocente grito de asumirse fuera de ello. Es por eso que los videojuegos de guerra siempre terminan por fallar en ese intento de registro histórico, nuevamente por ese concepto odioso del que ya hablamos: la disonancia ludonarrativa.

Call of Duty
¿Ghost es un héroe o un criminal de guerra? | Fuente: Activision

Y es que muchas veces parece que los juegos de guerra, incluso los más hardcores como Post Scriptum, fallan a la hora de representar el periodo histórico que quieren dar y no precisamente por fallar en los uniformes o en algunas partes de la cronología, sino porque constantemente nos hacen cuestionarnos las acciones de grupos como los nazis o las invasiones japonesas, solo para después mandarnos a disparar como Sam Bigotes a cuanto fulano veamos.

Esa es exactamente la parte que tenemos que repensar de los juegos bélicos: la guerra es un acto terrible, tal como lo muestran las cinemáticas. La guerra no son periodos sencillos y estar en ella es, seguramente, experimentar la peor parte de la condición humana.

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¿Esto significa que tengamos que dejarlos para siempre? Evidentemente no, pero ante la explosión de otro conflicto armado real, es necesario que nos replanteemos qué vemos en cada uno de ellos, que dejemos de trivializar algo tan latente en nuestra vida, algo tan doloroso para los inocentes que quedan atrapados entre el fuego cruzado que envían hombres en traje desde la seguridad de sus búnkers.

O tal vez no. ¿Ya viste esa skin del titán acorazado, a poco no está chida?

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