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Predator: Badlands redefine la franquicia con acción vibrante y corazón alienígena

Predator: Badlands expande el lore con acción intensa, nuevos personajes entrañables y una mirada inesperadamente humana al cazador alienígena.

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Vemos una evolución real en la mitología de los Yautja en Predator: Badlands

Predator: Badlands es la prueba de que una franquicia puede reinventarse sin perder su esencia. Dirigida por Dan Trachtenberg (Prey), esta tercera entrega moderna del universo Predator toma decisiones audaces: deja de lado la nostalgia superficial para construir una experiencia visualmente poderosa, emocionalmente resonante y sorprendentemente reflexiva, centrada en el cazador más letal del cine de ciencia ficción.

Desde su escena inicial, ambientada en Yautja Prime, Predator: Badlands nos sumerge en un entorno alienígena impresionante y bien diseñado. Con una paleta visual rica y efectos que maximizan los recursos disponibles, la película captura la majestuosidad y brutalidad del planeta natal de los Yautja. El combate entre Dek y su hermano Kwei, armado con espadas de plasma en una caverna espectacularmente iluminada, es una apertura tan energética como simbólica: aquí hay una historia que se preocupa por el mundo que habita.

Este nivel de detalle se mantiene constante. Ya en el planeta Genna, el entorno se convierte en un personaje más: flora y fauna hostiles, desde pasto afilado hasta gusanos explosivos, desafían tanto a Dek como a la corporación Weyland-Yutani, presente aquí con intenciones oscuras pero narrativamente funcionales.

El corazón de la historia de Predator: Badlands recae en Dek y Thia

Uno de los grandes aciertos de Predator: Badlands es alejarse del cliché del humano como protagonista y apostar por una historia donde los verdaderos protagonistas son un alienígena rechazado por su sociedad y una androide sin piernas que, contra todo pronóstico, se convierte en una compañera entrañable.

Dek, interpretado con notable expresividad por Dimitrius Schuster-Koloamatangi a pesar del maquillaje prostético y CGI, es un personaje que encarna la lucha contra las etiquetas impuestas. Con su colmillo roto, su estatura menor y su espíritu tenaz, representa al marginado que lucha por demostrar su valor. Su viaje hacia la redención y el honor se convierte, poco a poco, en algo más íntimo: una búsqueda de conexión y aceptación.

Predator: Badlads, Thia y Dek

Thia, interpretada con calidez y carisma por Elle Fanning, es el complemento perfecto en Predator: Badlands. Quirúrgicamente separada de la cintura para abajo, es llevada en la espalda de Dek como una mochila viviente, lo que genera una relación visualmente única y emocionalmente poderosa. Ella es habladora, brillante, algo irritante pero profundamente humana. Fanning logra lo imposible: que olvidemos que es una inteligencia artificial.

Juntos, estos dos personajes construyen una dinámica de “found family” que, aunque sencilla, funciona porque está bien ejecutada. No importa que la alegoría sea directa: su viaje emocional conecta.

Predator: Badlands cuenta con acción coreografiada con precisión

Donde Predator: Badlands brilla sin reservas es en sus escenas de acción. Trachtenberg ha demostrado ser un maestro del ritmo y la tensión desde Prey, y aquí sube aún más el nivel.

Cada secuencia de combate está diseñada con creatividad: desde enfrentamientos con androides de Weyland-Yutani, hasta el clímax contra la criatura Kalisk. La cámara se mueve con energía, pero sin perder claridad, y las coreografías aprovechan al máximo el físico alienígena de Dek y los recursos tácticos del entorno.

Predator: Badlands, acción coreografiada

En lugar de gore gratuito (la película es PG-13), Trachtenberg apuesta por una acción más estilizada, casi poética, sin sacrificar impacto. Esto no solo la hace más accesible a nuevos públicos, sino que la convierte en una experiencia visualmente más interesante que las entregas anteriores.

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Weyland-Yutani y crítica ambiental

Aunque no es un crossover oficial, la inclusión de la megacorporación Weyland-Yutani le da un sabor especial a Badlands. Su aparición en el tercer acto no es fan service vacío, sino una forma de establecer una crítica sutil pero efectiva al avance tecnológico a costa de la naturaleza. Genna, como planeta, es un microcosmos de este conflicto: un ecosistema deslumbrante que es arrasado por la ambición corporativa.

Este subtexto le añade una capa temática al filme, que aunque no se explora a profundidad, está lo suficientemente presente como para enriquecer la experiencia.

Predator: Badlands, Dek

Rodada en Nueva Zelanda por Jeff Cutter (director de fotografía de Prey), la película es una joya estética. Las composiciones son dinámicas, los efectos visuales son eficaces y los paisajes, tanto alienígenas como naturales, se aprovechan al máximo. A pesar de limitaciones presupuestarias notables en algunos efectos digitales, el conjunto se sostiene gracias a un diseño de producción muy sólido.

Lo más notable es que la película se siente “viva” en todo momento: la acción, los colores, las decisiones de dirección crean una experiencia que entra por los ojos y se queda en la memoria.

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