Ya se estrenó Turning Red en Disney Plus y como cada ocasión, los chavorrucos como tú intentan que las obras para niños… sean de ellos otra vez.
No sé qué le pasa al mundo, pero cada que se estrena una nueva película de Pixar parece que estamos obligados a verla, a gustarla y, sobre todo, a sentirla como nuestra. Esto tal vez era real hace tres décadas, cuando el gran cine solo se vivía en las salas y las granjas de rendering de Pixar daban para sacar unos cuantos segundos de película por día y no más.
Pero ahora el mundo no es el mismo. Es tan diverso como siempre. Es tan profundo como siempre. Es tan contradictorio como siempre. Sin embargo, nunca tenemos la posibilidad de ver todo eso y estamos a expensas de lo que unos cuántos, con su limitada versión del mundo, quieren que esté en pantalla
Eso obligó a Disney a repensar qué escribe, qué hace y, por supuesto, qué vende y desde hace muchos años crea historias mucho más específicas y menos generalizantes.
Ya no son solo juguetes, autos y dinosaurios existiendo. Ahora, vemos historias que son mucho más cercanas y reales para su audiencia, que por más que quieras colarte por ahí, sabes que son niños y niñas.
Onward, Luca, Soul y ahora Turning Red son eso que las nuevas infancias quieren ver, porque ahí se ven proyectadas. No son el Rayo McQueen (kuchao) o un monstruo verde con un solo ojo: son niños y niñas en búsqueda de respuestas.
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Y es verdad cuando las ves y no te sientes identificado. Es normal, ¡es natural! Lo que para ti fue infancia, para ellos ni siquiera existe. No es siquiera parte de la historia, porque su historia se escribe hoy en el día a día que ignoras porque no es parte de ti.
Ahora, Turning Red toma un camino natural y normal. Tiene lugar a comienzo de los 2000 y es evidente que está pensada para una audiencia en específico, que ya está en edad de tener chamacos y poner películas para decir: “Hey, mira, cuando yo tenía esa edad era así, así que no te preocupes para cuando también te pongas así”.
Si quieres mezclar esto con la agenda secreta que según tú está destruyendo el mundo: está bien. Si quieres seguir escuchando a Agustín Laje mentirte en la cara: está bien. PERO ¡CABRÓN! YA DEJA QUE LAS NIÑAS VEAN SUS PELÍCULAS EN PAZ, POR DIOS.
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