Sony aprendió de sus errores con el PS3 y pavimentó el camino de la actual generación de consolas.
El 20 de febrero de 2013 fue un día que cambió mi vida como videojugador y periodista dedicado a la industria de los videojuegos, pues Sony me hizo dudar y creer al mismo tiempo en su proyecto de siguiente generación. Como antecedente directo tenía a un tambaleante PS Vita y a un PS3 ganador en la última etapa de la generación pasada. Este último enunciado es muy discutible, pues el Xbox 360 fue la plataforma con mejores números de ventas durante más tiempo, sin embargo, como dicen por ahí, caballo que alcanza, gana.
Ese 20 de diciembre en Nueva York, los medios de prensa vimos la siguiente presentación del DualShock 4 (con todo y función de vibración), varios juegos con una potencia gráfica interesante y especificaciones atractivas donde destacaban la memoria RAM, un procesador moderno y demás funciones llamativas. En otras palabras, el desarrollo sería mucho más amigable para los estudios. Los sufrimientos quedarían atrás y ahora sí, veríamos un apoyo real de las compañías desarrolladoras de videojuegos.
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Para ser sincero, había salido con más dudas que respuestas en esa ocasión, sin embargo, PlayStation generó expectativas como nunca. El futuro estaba cerca y la consola “sin nombre” ya estaba en boca de propios y extraños.
Los errores habían quedado atrás
PlayStation tuvo un 2011 para olvidar pues la compañía apenas se estaba levantando de un hackeo que derrumbó a la PlayStation Network y había sembrado dudas en los usuarios, en especial porque sus datos estaban en manos de “ladrones cibernéticos”.
Pasó el tiempo y PlayStation, como marca, había recobrado su renombre. Si bien el daño no estaba resuelto, los juegos que venían en camino eran lo suficientemente atractivos como para calmar las aguas. Su presentación del 20 de febrero demostró que las cicatrices ya estaban cerradas y el proceso de sanado había terminado.
PlayStation maduró como compañía. Ya no había la necesidad de mencionar una y otra vez a Sony.
Un ecosistema sano para jugadores y desarrolladores
Ese 20 de febrero, después de escuchar a Mark Cerny hablar con tanta claridad sobre PlayStation 4, tanto jugadores como desarrolladores encontraron un alivio y calma difícil de equiparar. Los juegos eran los protagonistas y la consola la plataforma dedicada a jugar y nada más. El objetivo era conectar al jugador con un enorme mundo de experiencias con acceso sencillo y pocas barreras de por medio.
Los desarrolladores también fueron muy importantes, pues el PlayStation 4 estaba pensando en ellos con una arquitectura que los ayudaría a crear grandes juegos. Las especificaciones estaban bien claras: arquitectura de PC, CPU X86, un GPU que evolucionaría con el paso del tiempo, 8 GB de memoria DDR 5 de alta velocidad y un disco duro local para la instalación de los juegos.
Ese 20 de febrero conocimos Knack, Killzone Shadow Fall, DriveClub, inFAMOUS Second Son, la nueva PlayStation Camera, deep down, una demostración del motor gráfico de Square Enix, Watch Dogs, Diablo III y Destiny. Fueron 2 largas horas con las que conocimos el futuro a corto y mediano plazo del PlayStation 4.
A estas alturas hasta nos burlamos de las promesas que se cumplieron a medias o de las características que jamás funcionaron, sin embargo, gracias a esa presentación, el PlayStation 4 generó la expectativa suficiente para que los jugadores adquirieran en un periodo de poco más de 4 años más de 75 millones de consolas.
Atrás quedaron los malos ratos y las malas caras en PlayStation. Claro que, con el paso del tiempo, Microsoft puso de su parte para que Sony obtuviera la delantera, pero eso, como dice la abuela, es otra historia.